Esculturas y pinturas que funcionan como capítulos inacabados de un relato más amplio y también inconcluso. Intentos no fallidos y no exitosos por ofrecer una interpretación flexible, descategorizada e indefinida desde la búsqueda o la necesidad - quizá utópica, quizá inútil – de otro tipo de semiótica no estandarizada que permita afrontar y comprender lo expuesto sin pasar por la imposición.
“Cualquier combinación de efectos en la cadena pueda ser creada sin tener que conectar y desconectar efectos. La señal puede ser direccionada a través de las cajas de efectos con cualquier combinación que alteran el tono o color del sonido en medio; y las cajas que afectan la resonancia, como delay, eco o reverberación al final, utilizándose frecuentemente adjetivos para su sonido como frío, delgado, artificial y metálico.”1
Desde la ingenuidad y aparente falta de funcionalidad del arte, pero consciente a su vez de sus capacidades de subversión y desobediencia de lo normativo, el artista consigue, aunque sea por un instante breve de baja espectacularidad pero alta relevancia, incidir y modificar aquello que percibimos de una forma incuestionable y segura. Algo que, desde la herencia revisada del dadaísmo, el punk, el arte conceptual, el frikismo seudocientífico y las más diversas manifestaciones del underground, sitúan su trabajo en un conceptualismo descreído que, en equilibrio entre el sentido del humor y la incidencia de raíz micropolítica, define una actitud firme y vigente en arte contemporáneo: el uso de la autocrítica como exploración de nuestra relación con los entornos inmediatos que nos son dados.
-1 https://es.wikipedia.org/wiki/Pedal_de_efectos