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ARTÍCULOS DISPONIBLES PARA PICARLE EL OJO A UN TUERTO, 2017



Apuesta por una narrativa claustrofóbica, sórdida en base a un juego de relaciones múltiples los cuales contestan el absurdo de la dictadura en la imagen; que responde más a los actuales intereses ideológicos del capitalismo tardío y "globalizado" que a una auténtica revisión teórica y cultural: los lenguajes que se utilizan en este fenómeno son súper crípticos, no buscan encontrarse con los posibles interesados y actúan en el ámbito vinculado al “EL ENTRE-TENER”, el consumo cultural ya se hace a través de las pantallas completamente deslocalizado y descontextualizado; he aquí el sujeto tuerto que vive en la “abundancia de la desposesión” que Debord(2) predijo para esta generación; Se detecta un sistema que capitaliza tu mirada en dos segundos e invierte como máximo treinta segundos en la lectura de la imagen estétizando el valor comunicativo «relacional» de los conocimientos y estrategias interpretativas. Es así como la era digital ha dejado al arte contemporáneo en una subcultura completamente anti sistemática donde al capitalismo no le interesa que actúe más allá de su inclinación comercial. Se configura entonces la propuesta bajo un espació ficticio en términos de instalación (como un mundo real construido en cartón papel, madera y tela) que otorga a su narrativa una veracidad artificial y asfixiante. Un tipo de soporte que, de forma tangencial, se asemeja a nuestros mecanismos de percepción y al propio funcionamiento de nuestro ojo. Quizás un guiño directo a esos “ojos que no ven”. Aunque quizás no, puesto que, por mucho que intentemos deducir intencionalidades y mensajes implícitos en los anuncios de neón e intervenciones in situ, hay siempre en ellos un punto ambiguo e imposible de descifrar. Una ambigüedad latente que, al igual que el músico que toca en directo, juega con una alta dosis de improvisación y sorpresa. Un terreno en el que el absurdo y la velocidad de ejecución fluyen cómodamente para dar forma definitiva a una experiencia en presente, en la que las formas – hasta ese momento simples y efectivas – son retro proyectados sobre las paredes de la sala, combinadas y confrontadas con multitud de dibujos. Un mecanismo en el que el resultado no lleva a desestimar el proceso, sino a reafirmarlo. Un espacio mental y físico en el que el absurdo no conduce al fracaso sino al éxito. Infinidad de momentos mínimos de intensidad máxima que, pese a huir de la lógica y la razón - como ocurre con la propia sensación de euforia -, consiguen interpelarnos e interrogarnos desde el impacto directo. Algo que, aunque no lo parezca a simple vista, habla de nosotros mismos para decirnos, entre metáforas, mucho más de lo que vemos.



Una estrategia truculenta y despótica para seducir a quien no puede o no quiere ver, lejos de querer imponerse, simplemente se presenta ante nosotros de forma contundente como sistema de alerta y aviso. Warhol como testigo de una nueva era instaura la frase “En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos”, pues he aquí la invitación para “en el futuro todo mundo pueda invertir 15 minutos en la lectura de una imagen como marco de libertad. Un nuevo orden de las cosas, una nueva idolatría, en definitiva, una nueva dictadura rigurosa y sarcástica de la liberación de la mirada.


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